La sopa mágica

Esta es la historia de una señora muy mayor que habitaba una casa que estaba en el medio de un tupido bosque.

Era un día de primavera, cerca del mediodía, cuando la anciana se percató de que tenía un hambre insostenible. Ante tal situación se dirigió a la despensa con el propósito de ver que tenía para cocinar. Al ver que lo único que tenía eran unas cuantas hortalizas, un trozo de carne y un par de huevos se sintió muy decepcionada y dijo:

– ¿Qué podré prepararme? Será buena idea un guisado de carne con las patatas o freír los huevos y agregarle pepinillos en vinagre.

Al final se decidió por los huevos fritos, por ser una opción mucho más rápida. En el momento que iba a poner a calentar la manteca, divisó entre los árboles a un vagabundo que estaba buscando algo.

– ¿Necesitas ayuda?- dijo la anciana y al mismo tiempo abría la ventana.

– Estoy en busca de frutos silvestres que me han dicho que hay muchos en esta parte del bosque. No se preocupe que no le voy a causar molestias – dijo el pobre hombre.

– ¿Los deseas para una tarta? ¿Ya ha comido usted? – le preguntó la anciana.

– No señora, hoy solo pretendo comer postres, no pudo mucho.

la-sopa-magicaAnte tal respuesta la mujer sintió lastima de aquel hombre y valoró la idea de invitarlo a comer, pero recordó que su despensa estaba muy vacía y que aún faltaban dos días para ir al mercado a comprar alimentos. Ella pensó “Casi ni tengo para mí” y con voz muy apenada le dijo:

– Lo lamento mucho, pero no puedo invitarlo.

– No se preocupe, muchas gracias igual – le dijo el vagabundo a la anciana.

– Pero…, sabe se me ha ocurrido una idea. ¿Podía usted prestarme un recipiente con agua para hacer una sopa muy especial? – continuó diciendo el vagabundo.

Al mismo tiempo que decía esto registraba el interior del bolso que tenía colgado en su hombro. Después de un rato buscando dijo:

– ¡Al fin lo he encontrado! – mientras decía esto sacó un trozo de una uña de un cerdo – con esto que ve aquí soy capaz de preparar una exquisita sopa.

Al ver aquello la anciana se asombró un poco, pero consideró que nada perdía con ayudarle a preparar aquello encendiendo fuego enfrente de la casa y llenando un recipiente con agua. Como ella vivía ten apartado muy pocos iban hasta allá y ayudarle la iba a distraer un rato. Entonces fue a buscar un depósito con agua y el hombre fue encendiendo el fuego. Cuando el agua ya hervía echó la uña dentro de la vasija y dijo:

– Esta es la quinta vez que esta uña hierve y siempre ha dado sopas muy deliciosas, aunque si tuviese un poco de sal quedaría aún más rica.

– Enseguida se la traigo –dijo muy atenta la anciana.

Cuando añadió la sal, el vagabundo le dijo:

– La sopa estará dentro de poco, pero quizás no esté tan rica como otras veces porque ya ha hervido cinco veces y la sustancia que dará no será mucha. ¿Tendrá un poco de harina?

– Deje ver un momento.

Era muy poco lo que quedaba pero así y todo el sacudió el recipiente dentro de la sopa y removió varias veces con una cuchara. Ante aquella situación la mujer pensaba que lo que preparaba era una mezcla rara cuyo sabor desconocía pero que tenía un olor especial.

– Esto cambiaría muchísimo si le pudiéramos añadir algo de carne y alguna patata – dijo el hombre- ¡Pero si no es posible no lo comemos así!

La anciana pensó en lo que quedaba en la despensa pero que se iba a quedar sin su guiso pero ya la sopa estaba casi lista y todo esto serviría para mejorar la sopa, así que fue en busca de las cosas.

Al añadir los ingredientes removió constantemente, y al mismo tiempo el caldo estaba desprendiendo un olor delicioso.

– Esto ya huele muy bien, pero quedaría mejor aún si le pudiéramos añadir una zanahoria, una cebolla y un poco de manteca de cerdo.

La mujer, cautivada por el olor, buscó los ingredientes y ella misma los incorporó a la olla.

– ¡Ya está! – dijo el hombre cuando la sopa había hervido un poco más, y al probarla exclamó- ¡Ha quedado muy sabrosa!

Era tanto el olor que salía del interior de la olla que la mujer recordó cuan hambrienta estaba así que busco los platos y las cucharas e invitó a pasar el hombre a sentarse en la mesa. Los dos compartieron la sopa, los huevos y los pepinillos con vinagre.

Al terminar la cena la anciana dijo:

– ¡Exquisita! Quien iba a decir que con un pedazo de uña de cerdo iba a quedar un sopa tan sabrosa.