La Sirenita que acaba bien

Cuando en el fondo del mar había ciudades, palacios y vivian felices muchas sirenas, existió una, que era hermosa entre las más hermosas. Tenía 6 hermanas sirenas, que vivián con ella en un palacio, todas ellas eran felices, pero ella no sabía por qué, pero se sentía desdichada.

-Mamá -preguntó un día la sirenita a su madre-, ¿cuándo podremos salir a la superficie para admirar las cosas tan bellas que hay en la tierra?

– Cuando tengías quince años- le respondió su madre-.

Entonces podréis sentaros sobre las rocas a la luz de la luna y admirar los barcos que cruzan los océanos.

Pero la pequeña, no pudiendo contener su impaciencia, nadó hacia la superficie sin que nadie la viera.

El mar estaba bastante agitado y la sirenita, llena de espanto, vio cómo un barco se estrellaba contra los arrecifes. De pronto, escuchó la voz de un joven que pedía socorro.

La pequeña nadó hacia él y lo tomó por los cabellos, antes de que se hundiera.

-Se ha desmayado- dijo la sirenita-.

Procuraré mantenerlo a flote y llevarlo hasta la playa.

Cuando salió el sol, los hombres y las mujeres de la ciudad encontraron al joven en la playa. La sirena, escondida detrás de unas rocas, observó los gestos de alegría de la muchedumbre.

-¡Nuestro principe se ha salvado!

-gritaron.

La sirenita vio también que el príncipe sonreía a los que lo aclamaban y que, muy satisfecho, entró con ellos en un gran palacio blanco.

La sirenita, un poco triste por no haber recibido las gracias de su protegido, volvió de nuevo al fondo del mar y no pudo sonreir desde entonces.

-¿ Qué es lo que has visto en la superficie?

-le preguntaron curiosas sus hermanas.

La sirenita que acaba bienPero ella no les respondió. Siempre había sido silenciosa y pensativa, pero en lo sucesivo lo fue aún más. Procuró distraerse cuidando las bellísimas flores de su jardín submarino, pero se puso más triste al recordar las maravillosas flores de la tierra, el color del cielo y la caricia de la brisa.

Muchas veces subió a la superficie, en las noches de luna, pero nunca volvió a ver al príncipe.

Un día, no pudiendo soportar más su pena, contó a sus hermanitas lo que había sucedido.

-Si pudiera caminar por la tierra- les dijo-, iría a buscar al príncipe y no me apartaría de su lado.

– Quizá consigas lograr su deseo-dijo un pulpo que había estado escuchando-,si haces una visita a la bruja que vive en la cueva de los acantilados.

La sirenita fue hasta aquella cueva y encontró a la bruja. Ésta le preguntó con voz desafinada:

-¿Qué quieres de mí?

-Quisiera tener dos piernas como las princesas de la tierra.

-Te has enamorado del príncipe, ¿no es cierto?

-Sí-respondió la sirenita con voz trémula.

-Te ayudaré-prometió la bruja-. Conseguiré que tu cola de pez se convierta en un par de robustas piernas, pero tú, a cambio, tendrás que darme algo.

-Te daré lo que desees-dijo la sirenita-; todo el oro que hay en el mar, collares de perlas y de coral…

-¡Bah! – interrumpió la bruja-.Todo eso no me interesa. Lo que quiero es tu voz.

-Pero si me quitas la voz- replicó la sirenita-, ¿cómo podré hablar con el príncipe?

-En tus ojos leerá lo que sientes, sin necesidad de palabras.

-De acuerdo- se resignó la sirena-. Te daré mi voz a cambio de las dos piernas que me permitirán ir hasta donde está el príncipe.

-Toma este brebaje- dijo la bruja, ahora con la dulce voz que le había donado la sirena-, y verás cumplidos tus deseos.

La princesita-sirena bebió el brebaje de la bruja y su cola de pez desapareció para dar pasoa un par de esbeltas piernas. Luego, después de caminar entre bosques y montañas, llegó a la ciudad. Encontró que en el palacio del príncipe estaban celebrando una fiesta.

-No te dejarán entrar, muchacha

-le dijo un conejito curioso que estaba en la puerta.

-¡Porqué no?, se dijo la sirenita. Mi traje es tan hermoso como el de esas damas que bailan en el salón.

Tal como lo suposo, los soldados centinelas, al verla tan bonita y elegante, se apartaron para abrirle paso.

El príncipe quiso bailar con aquella joven tan bellísima y elegante. La sirena accedió emocionada, con una angelical sonrisa.

-¿Cómo te llamas? – le interrogó el príncipe.

Pero la sirenita, como se había quedado muda, no pudo responder.

-¿Eres muda?- volvió a preguntar el príncipe.

La sirenita, llorando de pena, afirmó con la cabeza.

-Ven- le dijo el príncipe después del baile-, quiero que conozcas a mi prometida. Es una princesa muy bonita como tú, y me voy a casar con ella.

La sirena hubiera querido gritar, ¡Yo también te quiero!¡Yo te salvé de morir ahogado!

Pero como no tenía voz, nada pudo decir.

Pasados unos días, el príncipe se casó con la bella princesa, que había venido de un remoto país.

Pero en la fiesta posterior a la boda, el principe le presento a uno de sus hermanos, que era un joven muy apuesto y con muy buen corazón, y después de conocerse durante algunas semanas, la sirenita se enamoró de él, con la gran suerte de que él también se enamoró de ella, en ese momento la princesa le contó su secreto,(se comunicaban a través de cartas) y el joven le dijo que estaba dispuesto a acompañarla al fondo del mar, ella le dijo que lo justo sería que pasaran seis meses del año en el mar, y los otros seis meses en tierra. Entonces se celebraron dos bodas, una en el palacio del fondo del mar, donde asistieron todas las criaturas del fondo del mar, incluido Bon Esponja, y como no , su amigo Patricio, también invitaron a la bruja, y como se puso tan contenta ya que nadie le invitaba a bodas, le devolvió la voz a la sirenita; la otra boda en el palacio del príncipe, fue algo más aburrida, pero tampoco estuvo mal. Y vivieron felices y comieron perdices y sardinas.