El Ave Fénix

Son muchos los estandartes o banderas que emplean al Ave Fénix como símbolo de fuerza y resistencia ante las adversidades. ¿Sabes por qué se asocia a esta ave con esos atributos? Según las numerosas leyendas que existen alrededor de este animal mitológico todas aciertan en el punto de que es un ave que sobrevive a su propia muerte. Obviamente esta es una metáfora empleada hábilmente para denotar su extrema fortaleza, convertida en inmortalidad.

La prolongación de la vida ha sido una de las obsesiones de los seres humanos desde el principio de los tiempos. Cómo ser eternamente joven, atrapar el conocimiento universal, ser invencible… se encuentran entre los temas más recurrentes en las escrituras de la antigüedad. Las historias contadas de boca en boca desde el principio de los tiempos es lo que llamamos mitos. Ellos llegan a nosotros camuflados por la imaginería de cada una de las personas que repite la historia. Incluso, se ha comprobado que una misma historia puede tener distintas versiones según la región donde se narre. Hansel y Gretel, Blancanieves, Cenicienta, Mulan… son personajes nacidos de mitos que han trascendido el paso de los años, hasta que personas ingeniosas como Hans Chistian Andersen o los hermanos Grimm llevaron con mucha maestría al mundo de las letras. Pero en realidad estas historias no son suyas, sino de todos.

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Seguramente estos autores crecieron escuchando de su madre o sus amigos sobre princesas atrapadas en un sueño interminable o una joven que sería escogido por el apuesto príncipe del reinado gracias a una zapatilla de fino cristal. Pero el tema no es si los cuentos son suyos o de otros, sino el mensaje que nos llega como lectores. ¿Quién no ha crecido soñando que es una princesa o un príncipe? ¿O que puede volar por encima de las montañas y vencer titanes fortachones? Con todo esto y más fantasean los niños y las niñas.

Uno de los cuentos más famosos de Hans Chistian Andersen es el Ave Fénix. ¿Sabes de qué trata? Pues sobre la historia que existe alrededor de esta misteriosa ave que nadie ha visto jamás, pero muchos admiran. Nadie ha tenido al alcance de la mano a esta ave sencillamente porque no existe. Se trata de un animal producido por la imaginación de los hombres. Cuenta Anderson en su texto que estas aves nacen de huevos rojos. Se dice que la primera de estas voladoras nació en el Paraíso, el mismo sitio donde nacieron Adán y Eva, los primeros habitantes del Mundo. Fue un hermoso rosal donde apareció este curioso animal.

Luego de que Eva cometiera el desacato de morder la manzana de la discordia tanto ella como Adán perdieron todos los privilegios otorgados por Dios. Fueron expulsados del Paraíso por el resto de sus días. Otro tanto ocurrió con el Ave Fénix, quien recibió un rayo mortal de manos de un ángel castigador. Si bien el ave murió bajo el calor abrazador, pronto animal renació de sus cenizas. Así nació el mito.

 

Cuento completo de Hans Christian Andersen:

El ave Fénix

El ave Fénix En el jardín del Paraíso, bajo el árbol de la sabiduría, crecía un rosal. En su primera rosa nació un pájaro; su vuelo era como un rayo de luz, magníficos sus colores, arrobador su canto. Pero cuando Eva cogió el fruto de la ciencia del bien y del mal, y cuando ella y Adán fueron arrojados del Paraíso, de la flamígera espada del ángel cayó una chispa en el nido del pájaro y le prendió fuego. El animalito murió abrasado, pero del rojo huevo salió volando otra ave, única y siempre la misma: el Ave Fénix. Cuenta la leyenda que anida en Arabia, y que cada cien años se da la muerte abrasándose en su propio nido; y que del rojo huevo sale una nueva ave Fénix, la única en el mundo. El pájaro vuela en torno a nosotros, rauda como la luz, espléndida de colores, magnífica en su canto. Cuando la madre está sentada junto a la cuna del hijo, el ave se acerca a la almohada y, desplegando las alas, traza una aureola alrededor de la cabeza del niño. Vuela por el sobrio y humilde aposento, y hay resplandor de sol en él, y sobre la pobre cómoda exhalan, su perfume unas violetas. Pero el Ave Fénix no es sólo el ave de Arabia; aletea también a los resplandores de la aurora boreal sobre las heladas llanuras de Laponia, y salta entre las flores amarillas durante el breve verano de Groenlandia. Bajo las rocas cupríferas de Falun, en las minas de carbón de Inglaterra, vuela como polilla espolvoreada sobre el devocionario en las manos del piadoso trabajador. En la hoja de loto se desliza por las aguas sagradas del Ganges, y los ojos de la doncella hindú se iluminan al verla. ¡Ave Fénix! ¿No la conoces? ¿El ave del Paraíso, el cisne santo de la canción? Iba en el carro de Thespis en forma de cuervo parlanchín, agitando las alas pintadas de negro; el arpa del cantor de Islandia era pulsada por el rojo pico sonoro del cisne; posada sobre el hombro de Shakespeare, adoptaba la figura del cuervo de Odin y le susurraba al oído: ¡Inmortalidad! Cuando la fiesta de los cantores, revoloteaba en la sala del concurso de la Wartburg. ¡Ave Fénix! ¿No la conoces? Te cantó la Marsellesa, y tú besaste la pluma que se desprendió de su ala; vino en todo el esplendor paradisíaco, y tú le volviste tal vez la espalda para contemplar el gorrión que tenía espuma dorada en las alas. ¡El Ave del Paraíso! Rejuvenecida cada siglo, nacida entre las llamas, entre las llamas muertas; tu imagen, enmarcada en oro, cuelga en las salas de los ricos; tú misma vuelas con frecuencia a la ventura, solitaria, hecha sólo leyenda: el Ave Fénix de Arabia. En el jardín del Paraíso, cuando naciste en el seno de la primera rosa bajo el árbol de la sabiduría, Dios te besó y te dio tu nombre verdadero: ¡poesía!.